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Libro: La ciudad de los niños

 La ciudad de los niños

Francesco Tonucci

La ciudad ya no tiene habitantes, ya no tienen personas que vivan sus calles, sus espacios: el centro es un lugar para trabajar, comprar, ir a la oficina, pero no para vivir allí; la periferia es el lugar donde no se vive, solo se duerme… La ciudad ha perdido su vida.

La ciudad se ha convertido en el bosque de nuestros cuentos.

Los niños no juegan en las calles sino en parques. Los adultos son quienes indican qué juegos debe haber para los niños en estos espacios. Las instalaciones están pensadas para actividades repetitivas, triviales, como mecerse, deslizarse, girar, como si el niño se asemejase mas a un hamster que a un explorador, a un investigador, a un inventor.

Un día, en el Expreso Soria Monteverde,

Vi subir a un hombre con una oreja verde.

Ya joven no era, sino maduro parecía,

Salvo, la oreja que verde seguía.
Me cambié de sitio para estar a su lado

y observar el fenómeno bien mirado.

Le dije: Señor, Usted, tiene ya cierta edad,

Dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?

Me contestó amablemente: yo ya soy persona vieja,

Pues de joven sólo tengo esta oreja.
Es una oreja de niño, que me sirve para oír

cosas que los adultos nunca se paran a sentir:

Oigo lo que los árboles dicen, los pájaros que cantan,

las piedras, los ríos y las nubes que pasan,

oigo también a los niños, cuando cuentan cosas

que a una oreja madura, parecerían misteriosas.
Así habló el Señor de la oreja verde

Aquel día, en el Expreso Soria Monteverde

Gianni Rodari

Frente a la obsesiva protección dirigida al niño surge una dura dramática: que todos los riesgos que el niño necesitaba correr gradualmente, y a los que no tuvo oportunidad de enfrentarse, se sumen de algún modo hasta convertirse en una urgencia insoportable que estalla en la adolescencia cuando los jóvenes pueden decidir por si solos y entonces les dé por jugar con la muerte.

Los padres tenemos miedos en la ciudad y los niños sin embargo debemos luchas por una ciudad para ellos donde podamos confiar y dejar de tener ese miedo que nos limita y, lo que es peor, limita a nuestros hijos.

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